¿Has tomado alguna vez una decisión equivocada? Hace muchos años tomé algunas decisiones drásticas pensando que los resultados serían magníficos. Sin embargo, nada salió como esperaba y durante varios meses tuve que luchar con la culpa, la confusión y el producto de mis decisiones. Al final, Dios hizo que todo ayudara para mi bien, tal como lo promete en Romanos 11:28. Con el tiempo las cosas terminaron mucho mejor de lo que me hubiera podido imaginar.
Mientras atravesaba aquella temporada, mi papá se acercó a mí y me apoyó como nunca antes. Hablábamos todos los días; me refiero a largas conversaciones llenas de palabras de ánimo, sabiduría y hasta algunos chistes para hacerme reír un poco. Pude sentir su solidaridad y su amor sincero de manera palpable. Fue como si mi papá me hubiese tomado de la mano y me hubiese ayudado a navegar la situación hasta llegar a un lugar seguro.
Si un padre terrenal puede dedicarse de lleno a ayudar a un hijo cuando lo necesita, ¿cuánto más nuestro Padre Celestial? En los evangelios, Jesús una y otra vez nos enseña que Dios es nuestro padre. Nos pone ejemplos y nos habla en parábolas esperando que podamos entender esto. Incluso la oración modelo que Él nos enseñó empieza con las palabras: “Padre nuestro…”. Entre más difícil es nuestra circunstancia, más cercano está el Señor. No es algo figurativo o poético, es real.
"El Señor está cerca de los que tienen el corazón quebrantado". Salmos 37:18 NBV
Es más, tan cercano está que no solo camina a nuestro lado, sino que nos toma de la mano. ¿Podemos imaginar algo más grandioso que esto? El creador del universo tiene la ternura de tomarnos de la mano y alentarnos como un padre a un hijo. Sin tomar en cuenta nuestros errores, ni cuantas veces nos equivoquemos, Él promete ayudarnos siempre.
"Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: “No temas, yo te ayudaré”. Isaías 41:13 NVI
No tengas miedo, que yo estoy contigo; …. siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha.
Isaías 41:10 RVC
Dispongamos nuestro corazón para recibir este amor y que nuestros tensos músculos puedan relajarse sabiendo que somos muy amados y que estamos en buenas manos. ¡Las mejores manos!
“Las que son mis ovejas, oyen mi voz … Yo les doy vida eterna… y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar”. Juan 10:28-30 NVI
Padre del cielo, aquí estoy Señor. Extiendo mis manos a ti y abro mi corazón para que vengas a vivir en él. Gracias por tomarme de la mano y por la certeza de que nunca me soltarás. Puedo descansar confiadamente, sabiendo que nadie me arrebatará de tu mano.
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